Si bien se enmarca en las inquietudes estéticas de la
segunda generación de expresionistas alemanes (la corriente iniciada por el
gran Georg Baselitz), su obra va más
allá de afinidades estéticas, buceando a lo largo de varios siglos de historia
y tradición germana en pos de aclarar aspectos del presente o tal vez del
pasado más reciente; los llamados “males de la cultura”.
Para esto retoma el carácter provocador de su más preciado mentor,
el genial Joseph Beuys; incorporando a
sus obras materiales como paja, fieltro, brea, alquitrán, yeso y flores que quema con ácidos y fuego, elementos
que son imprescindibles para comprender el inagotable universo simbólico de
Anselm Kiefer.
Su universo de representación no es menos desdeñable;
bosques quemados, fábricas abandonadas o enigmáticos interiores que hacen
referencia a la arquitectura de Albert Speer (arquitecto y ministro de
armamentos de Hitler), tratados a través de complejas perspectivas (en algunos
caso ligeramente falseadas), actúan en consonancia con un sistema de voces
múltiples que incluyen la poesía de Paul Celan o citas de Holderlin, entre
otras fuentes literarias.
También ha realizado complejas instalaciones en las que hace
uso de restos de armamento militar, además de impactantes series fotográficas.
Una de las mentes más brillantes de nuestro tiempo, una
muestra de Kiefer no es una tarea fácil; requiere de mucho esfuerzo para
comprenderla apenas someramente.
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