domingo, 8 de abril de 2012

CINDY SHERMAN





Quién tuviese la oportunidad, en estos días, de pegarse una escapada por la bestial Nueva York, no debería dejar de visitar la muestra que el Moma le dedica a una de las artistas más fascinantes de la segunda mitad del siglo XX.
Cindy Sherman es, en efecto, uno de esos fenómenos tan atractivos y complejos que su sola presencia en las salas más importantes del mundo, convierte la agenda museística en un verdadero suceso.
Tras un infructuoso andar por la pintura, Sherman  recupera sus pasos perdidos incursionando en la fotografía, que hasta ese momento se medía preferentemente en términos de calidad de la toma, y subvierte su proceso.
Utilizando cámaras de segunda línea y gracias a su conocimiento del medio cinematográfico, le da a sus fotografías un carácter atmosférico, algo enrarecido, principal punto de anclaje con el espectador.
A partir de allí, el abanico de temas que despliega la artista es variado, series subrepticiamente unidas por un hilo muy delgado que van desde sus fotos para falsos films de bajo presupuesto, curiosos y complejos teatros de fetiches que exudan una bizarra sexualidad, y otras donde ella misma es el centro del relato, siendo su imagen  atravesada por una compleja mirada cultural, disparadora de múltiples cuestionamientos acerca de cómo la mujer es apropiada y reconvenida dentro del espacio contemporáneo.
Es de destacar  la importancia que en cada una de sus fotografías otorga al gesto (este puede ser de placer, de horror, de fastidio, de desdén, de odio o penitencia), el vestuario (algo abigarrado, colorido y sobredimensionado), el maquillaje, que revela y oculta al mismo tiempo. Recursos que en cada caso, sobredimensionan ese universo sujeto-objetual, pero que a su vez lo exceden. Es como si, en cada caso la costura se hiciera evidente, el gesto artificioso. Sherman nos revela de a poco el secreto el proceso de sus propias construcciones simbólicas.
En su serie de maniquíes, la fenomenología de lo obsceno se revela a través de un complejo escenario de partes y engranajes, mecánica de un placer negado, eros reconvenido dentro de la lógica de poder más oscura de la sociedad capitalista.

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